El nuevo curso trae consigo nuevos hábitos.
Gracias al poder de convicción de 32 estudiantes, nuestra querida tutora nos cambió la clase de tutoría a los lunes a primera hora. Todos, incluso ella, sabíamos lo que eso significaba: los lunes a primera, no había clase.
Si hubiera vivido más cerca del instituto, lo primero que habría pensado es: "¡Genial! ¡Una hora más de sueño!", pero el caso es que no vivo tan cerca del institutoy es mi padre el que me acerca en coche hasta él, y como su horario laboral no puede cambiar tan fácilmente como el mío, este curso tengo una hora a la semana libre.
Casualidades de la vida, mi amiga Tatis vive en un pueblo y tiene que venir al instituto a las 9 sí o sí, es decir, que las dos tenemos una hora a la semana libre.
La suma de estos dos factores, da como resultado una nueva costumbre: desayunar juntas en el bar más cercano (y barato) del instituto.
Las ventajas: los lunes desayunaré en condiciones, sin mover un dedo y, además, con risas aseguradas.
Los inconvenientes: no sé si mi paga podrá soportarlo y los donuts, croissants y demás dulces harán estragos en mi cuerpo, lo presiento.
La foto al inicio de esta entrada es el primero de muchos otros tickets que darán fe de que he aprovechado bien mi hora libre a la semana.
¡Adeu!
Papallones de tardor: Vanessa atalanta
Hace 20 horas
1 comentario:
jaja que suerte,además los lunes!esa y la última hora del viernes son las mejores eeeeee
Lo de las tutorias es universal jaja,"que dios vendiga"a quién las inventó macho...jaja
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