Me encantan las clases de lengua. Son los únicos 50 minutos donde me olvido de que estoy en el instituto y difruto de una clase donde se aprende de todo. Sin interrupciones infantiles ni distracciones absurdas.
Hace unas semanas, estuvimos trabajando un texto muy interesante. Aúna dos de los temas que más me interesan: la juventud (obviamente me interesa porque la estoy viviendo) y la literatura.
He aquí el texto:
SON LIBRES
Les educamos en el vacío más puro y perfecto de la odiosa educación. Les dijimos que no hay nada que valga algo fuera del dinero. Hay que comprar cosas, cambiar cosas, romper cosas y vovler a comprar más cosas. Crecieron oyendo que la familia es un fracaso. Que no hay Dios ni representante suyo en la tierra. Que no hay ley porque nadie la acata. Que la moral es un estorbo y la ética es otro. Que hay que ser despiadado y divertirse a expensas de los demás. La dictadura fue una mierda y la democracia es un asco, aunque tiene el aliciente de permitirlo todo. El mundo está podrido. Nadie dice la verdad porque la verdad no existe. Vivimos en el reino de la corrupción y del egoísmo. Y ellos lo comprendieron sin demasiada dificultad. A la edad e 12 años, a veces incluso antes, irrumpen en el caos triunfante ufanos de su condición.
Aquí están. Visten de marca. Huelen a litrona, escape de velomotor, porro y nicotina. Su aspecto es de ejecutivo precoz y de estrella rockera, a aprtes iguales, si son machos. Y una mezcla sugestiva de modelo de alta costura y de viciosilla barriobajera, si son hembras. Al rozarles en cualquier esquina pueden escupirte, ponerte la zancadilla o hacerte la reverencia del humilde servidor. Cuando esto último acontece, las carcajadas restallan estruendosas sirviendo de aviso para que, más alla, otros sujetos de la misma tribu se alerten y puedan completar su misión. Entonces insultarán a la anciana, increparán al mendigo, atacarán al inválido, o, si ello no colma aún sus ansias de regocijo, lanzarán botellas contra tu pescuezo. Y uno dirá: "¿Pasa algo, tío?".
Sería injusto regañarles. Aprendieron la lección. Tampoco debemos sentirnos defraudados. ¿Acaso no son hoy tan libres y dichosos como anhelábamos que fueran?.
Aquí están. Visten de marca. Huelen a litrona, escape de velomotor, porro y nicotina. Su aspecto es de ejecutivo precoz y de estrella rockera, a aprtes iguales, si son machos. Y una mezcla sugestiva de modelo de alta costura y de viciosilla barriobajera, si son hembras. Al rozarles en cualquier esquina pueden escupirte, ponerte la zancadilla o hacerte la reverencia del humilde servidor. Cuando esto último acontece, las carcajadas restallan estruendosas sirviendo de aviso para que, más alla, otros sujetos de la misma tribu se alerten y puedan completar su misión. Entonces insultarán a la anciana, increparán al mendigo, atacarán al inválido, o, si ello no colma aún sus ansias de regocijo, lanzarán botellas contra tu pescuezo. Y uno dirá: "¿Pasa algo, tío?".
Sería injusto regañarles. Aprendieron la lección. Tampoco debemos sentirnos defraudados. ¿Acaso no son hoy tan libres y dichosos como anhelábamos que fueran?.
Ignacio Carrión.
Este artículo tiene más de 20 años de antigüedad y, aún así, sigue teniendo vigencia, ¿no creéis?.
Me gustó el texto y mucho, por qué no decirlo, y como con todas las cosas que verdaderamente me gustan, me apliqué a fondo e hice un comentario de texto digno de una entrada de blog.
Os pondré sólo el fragmento que mi profesora calificó de "especialmente bueno", aunque el comentario entero, lo describió como "brillante, como es habitual" (y aún no sé si eso es bueno o malo...):
En mi opinión, la sociedad española, después de haber vivido cuarenta años de dictadura, no supo encajar bien el "golpe" de la libertad y eso repercutió en la educaión de los jóvenes. Se quiso romper radicalmente los moldes que habían sido impuestos durante el franquismo y, en cierto modo, salió "el tiro por la culata", es decir, que de pasar de unas reglas muy estrictas e inamovibles, a que no hubiese ninguna es algo que la sociedad no pudo abarcar en el momento e , incluso sin haberlo digerido, se lo trasmitió e inculcó a los adolescentes.
Cuando terminé de escribirlo y lo leí, me sorprendió que pudiese escribir así. ¡Al final va a resultar que no escribo tan mal como yo pensaba! Con lo que me gusta a mi escribir...
¡Adeu!